• Algunas veces las personas llegan a nuestras vidas y rápidamente nos damos cuenta de que ésto pasa porque debe ser así para servir un propósito, para enseñar una lección, para descubrir quienes somos en realidad, para enseñarnos lo que deseamos alcanzar. Tú no sabes quienes son estas personas, pero cuando fijas tus ojos en ellos, sabes y comprendes que ellos afectarán tu vida de una manera profunda.

    Algunas veces te pasan cosas que parecen horribles, dolorosas e injustas, pero en realidad entiendes que si no superas estas cosas nunca hubieras realizado tu potencial, tu fuerza, o el poder de tu corazón.

    Todo pasa por una razón en la vida. Nada sucede por casualidad o por la suerte; enfermedades, heridas, el amor, momentos perdidos de grandeza o de puras tonterías, todo ocurre para probar los límites de tu alma.

    Sin estas pequeñas pruebas la vida sería como una carretera recién pavimentada, suave y lisa. Una carretera directa, sin rumbo a ningún lugar, plana, cómoda y segura, más empañada y sin razón.

    La gente que conoces afecta tu vida. Las caídas y los triunfos que tú experimentas crean la persona que eres. Aún se puede aprender de las malas experiencias. Es más, quizás sean las más significativas en nuestras vidas.

    Si alguien te hiere, te traiciona o rompe tu corazón, dale las gracias porque te ha enseñado la importancia del perdón, la confianza y a tener más cuidado de a quién le abres tu corazón.

    Si alguien te ama, ámalos tú a ellos, no porque ellos te aman, sino porque te han enseñado a amar y a abrir tu corazón y tus ojos a las cosas pequeñas de la vida.

    Haz que cada día cuente y aprecia cada momento, además de aprender de todo lo que puedas aprender, porque quizás más adelante no tengas la oportunidad de aprender lo que tienes que aprender de este momento.

    Entabla una conversación con gente con quien no hayas dialogado nunca y escúchalos y presta atención.

    Permítete enamorarte, liberarte y poner tu vista en un lugar bien alto. Mantén tu cabeza en alto porque tienes todo el derecho de hacerlo. Repítete a ti mismo que eres un individuo magnífico y créelo, si no crees en ti mismo, nadie más lo hará. Crea tu propia vida, encuéntrala y luego vívela.


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    Existían millones de estrellas en el cielo.
    Estrellas de todos los colores: blancas, plateadas, verdes, doradas, rojas y azules.

    Un día inquietas, se acercaron a Dios y le dijeron:

     -Señor Dios, nos gustaría vivir en la tierra entre los hombres.

     -Así será hecho- respondió el  Señor.- Las conservaré a todas ustedes pequeñitas, como son vistas, para que puedan bajar para la tierra.

    Cuéntase que, en aquella noche, hubo una linda lluvia de estrellas.  Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y anclaron con los juguetes de los niños y la tierra quedó maravillosamente iluminada. Pero con el pasar del tiempo, las estrellas resolvieron abandonar a los hombres.

    -¿Por qué volvieron?- preguntó Dios, a medida que ellas iban llegando al cielo.

    -Señor, no nos fue posible permanecer en la tierra. Allá existe mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia.

    Y el Señor les dijo:

    -¡Claro! El lugar de ustedes es aquí en el cielo. La tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquel que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere, nada es perfecto.  El cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno, donde nada perece.

    Después que llegaron todas las estrellas y verificando su número, Dios habló de nuevo:

    -Nos está faltando una estrella. ¿Será que se perdió en el camino?

    Un Angel que estaba cerca replicó:

    -No Señor, una estrella resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límite, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor.

    -¿Mas qué estrella es esa?- volvió Dios a preguntar.

    - Es la esperanza Señor. La estrella verde. La única estrella de ese color.

    Y cuando miraron para la tierra, la estrella no estaba sola. La tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y Dios no necesita tener es la esperanza. Dios ya conoce el futuro y la esperanza es propia de la persona humana, propia de aquel que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe como será el futuro.

    Recibe amigo en este momento esta estrellita en tu corazón:
    ¡La Esperanza!


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